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19 -- Bardana, magnífica depuradora


Hay vegetales claves para auxiliar nuestros trastornos de salud, generalmente provocados por la extendida toxemia corporal. Conozcamos un poco a la bardana, planta altamente depurativa y alcalinizante del organismo, cuyas propiedades se aprovechan tanto al usarla como hierba medicinal o como alimento.

La bardana (Arctium lappa) es una planta silvestre bienal, que los orientales cultivan por sus propiedades nutricionales y medicinales. Crece espontáneamente en terrenos baldíos con buen contenido de nitrógeno. En su cultivo exige tierras bien trabajadas y abonadas. Si se utilizan plantas silvestres, hay que controlar ausencia de contaminantes y tráfico vehicular en el entorno, como así también la presencia de deyecciones animales.

Descripción: Se la reconoce por sus grandes hojas (de forma alargada y acorazonada en la base), que en su primer año de vida crecen en forma de roseta, a ras del piso. Las hojas son verdes en su cara superior; y blanquecinas y recubiertas por pelusa en su cara inferior. En el segundo año da flores y frutos, desarrollando un tallo que puede llegar a los 2 metros de altura. Las flores rojizas se dan todas en el extremo superior y de allí surgen los frutos (abrojos) que contienen las semillas. Las raíces pueden desarrollarse a varios metros de profundidad. Una variedad que suele confundirse es Arctium minus, cuyas hojas son más pequeñas y cuyas flores (y frutos) se distribuyen a lo largo del tallo. Sus propiedades son parecidas pero de acción menos intensa.

Partes utilizadas: Hojas, semillas y principalmente raíces. Se suele descartar el tallo de las hojas, pues concentra principios amargos.

Propiedades: Es depurativa, diurética, sudorífica y estomacal. La raíz, por su mayor contenido en inulina, ácidos fenólicos, sales de potasio y antibióticos vegetales, tiene más efecto colagogo (estimula la producción de bilis), antimicrobiano e hipoglucemiante (útil para diabéticos). Las hojas son vulnerarias y cicatrizantes.

Aplicaciones: Es un depurativo muy efectivo para limpiar la sangre y el sistema linfático. Disminuye congestiones e hinchazones, elimina toxinas (sea por la piel o por la orina) y precipita el ácido úrico. Indicado para reuma, artritis, ciática, gota, acidez sanguínea, edemas, cálculos (renales y vesiculares), acné, eccemas, erupciones, resfríos con fiebre y dolor de garganta, afecciones gástricas, hepáticas y biliares, cistitis, infecciones urinarias, nefritis, herpes y diabetes. En oriente se la considera estimulante del sistema nervioso y vigorizante sexual. Estudios recientes demuestran que reduce el tamaño de tumores cancerosos.

Uso: En todos los casos se aconseja decocción (10’) de 20g por litro de agua, tomando hasta 3 tazas diarias antes de las comidas. En los cambios de estación puede hacerse en buen tratamiento con una taza en ayunas durante 20 días. Cada taza puede reemplazarse con 20 gotas de tintura, presentación que estabiliza mejor ciertas sustancias activas y resulta más cómoda que la decocción. La bardana se usa externamente en forma de compresas para complementar el tratamiento de abscesos, furúnculos, quistes sebáceos, enfermedades eruptivas (escarlatina, varicela, sarampión, etc) y herpes. En estos casos se utiliza una decocción algo más concentrada. El consumo de raíz fresca como alimento también aporta sus efectos terapéuticos.

Efectos sutiles: Es beneficiosa para ahuyentar las emociones fuertes como la ira, la agresividad y la ambición. Incrementa la claridad mental.

Asociaciones: Su efecto depurativo se potencia al combinarla con diente de león y consuelda. En problemas hepáticos se asocia con boldo y toronjil. Para el acné puede usarse junto con zarzaparrilla. Pero la combinación más difundida es la del Tónico Herbario ó Essiac, fórmula de los indígenas canadienses, quienes la combinaban con olmo, acedera y ruibarbo.

Precauciones: Embarazadas (podría tener efecto abortivo), estados anémicos, escalofríos crónicos.

Uso culinario: Las hojas frescas pequeñas (sin el tallo, que resulta muy amargo) pueden utilizarse como la acelga. Las raíces frescas tienen un sabor delicado y admiten muchas preparaciones. A continuación una muy simple: filetear la raíz con pelapapas (previo lavado con cepillo); rehogar brevemente en aceite de oliva, agregando cebolla de verdeo, zanahoria cortada en juliana y unas gotas de salsa de soja; completar la cocción a fuego suave y tapando la sartén. Resulta un complemento óptimo para un plato de cereales (arroz, cebada, quinoa, sarraceno o mijo). La raíz fresca puede conservarse más tiempo en heladera, envuelta en papel absorbente y dentro de una bolsa plástica.

Extraído del libro “Alimentos Saludables” – Néstor Palmetti